domingo, 10 de marzo de 2013

Devoción

Desde que era un niño siempre me dijeron quien era y como tenía que ser. Me pintaron un maravilloso paisaje al que denominaban "realidad", con una paleta de colores la cual pensaban completa y acertada. Y con el tiempo, ayudado por la soledad y la necesidad de reconocimiento, les fui dando la razón. Y con el aguarrás mas fuerte, nacido de mis propias vísceras, comencé a emborronar el cuadro de mi vida. Los delineados preciosos se deshacían, dejando borrones e iban corriendo como lágrimas por un lienzo que con el tiempo se fue agrietando y deformando, hasta quedar completamente irreconocible. Todo lo que pensaba que sabía fue distorsionado por otros, y consentido por mi, todo sea dicho. Alegando edad, alegando conocimiento, esgrimiendo vehemencia, tiraron de mi hasta el punto de que ni yo mismo sabía quien era o que había sido, que era luminoso y que era oscuro.

Y llegados a este punto, debería de aparecer una figura luminosa en los cielos. Debería de ser una tez nívea y perfecta, que me mirara con infinita compasión, tomara mi rostro entre sus tiernas manos y la luz de su sonrisa entraría en mi alma a borbotones, limpiando mis heridas. Probablemente habría perdices o champán, o algún otro estereotipo de película digna de ser observada debajo de una manta, con chocolate y un desajuste hormonal bastante serio.

No, no tiene nada que ver con eso. Pero si es verdad que apareció una mujer. Era mi mejor amiga. Y la verdad, es algo loable, teniendo en cuenta lo integral de mi subnormalidad por aquellos tiempos. Y con el tiempo, me fui dando cuenta de que la necesitaba, la necesitaba mas que a cualquier otra cosa. Con el tiempo me fui dando cuenta de que la quería. Con el tiempo, me dí cuenta de que la amaba. Y con un poquito mas de tiempo, descubrí de donde venía ese amor: admiración, respeto, cariño... y devoción. ¿Devoción? ¿Por qué devoción? Porque era la única persona a la que me mostraba como era. Y era la única persona que me aceptó tal y como soy, sin querer cambiarme. Y esa devoción dio lugar a que quisiera construir mi vida con ella y a darme cuenta de que por muchos errores que cometa y aunque a veces el cuadro se emborrone por las lágrimas, siempre tendré un hogar al que regresar y alguien a quien considerar como la familia mas cercana y el tesoro mas preciado que tengo.

Gracias por ser como eres. Gracias por hacerme recordar quien soy cuando se me olvida

domingo, 4 de noviembre de 2012

Arrepentido

No se como empezar, así que empezaré por el final.

Lo siento. Siento ser el culpable de la distancia que nos separa ahora. Siento no poder estar ahí cuando mas lo necesitas. Siento no poder hacer de lo nuestro algo mas hermoso. Siento no poder ser el hombre perfecto para ti.

Cada vez que nos separamos, la culpabilidad me hunde en la total tristeza. Se me parte el alma al contemplar  tu mirada cuando nos despedimos en la estación. Y cuando llego a casa, siento como si volviera a una prisión de la que, por lo visto, no sé escapar. Cierro la puerta tras de mi y, por dentro, empiezo a llorar.
Lamento tanto hacerte daño, no haber hecho más para permanecer a tu lado, haberme encerrado en mi mismo y en mis penas y no haber luchado para poder despertar un día mas a tu lado...

No puedo soportarlo más, no aguanto esta culpa, no aguanto esta soledad sin ti a mi lado, no aguanto estar lejos, no aguanto el mero pensamiento de saber que aun nos queda mas tiempo separados... No puedo olvidar el tacto de tus labios, la luz de tu sonrisa... No puedo olvidar la sensación de abrazarte por las noches, de despertarme de un mal sueño y tenerte a mi lado, de amanecer y que seas capaz atenuar ese mal humor que suele acompañarme por las mañanas.

Necesito escapar de aquí. Necesito huir de tanta gente que está tan ocupada con su vida que no puede prestar un poco de atención a la de los demás. Necesito huir de la soledad, de la tristeza, de la desesperación. Necesito tenerte cerca.

Quiero volver a estar cerca de ti. Quiero saber que cuando el mundo me supere, podré abrazarte y buscar consuelo en tu regazo. Quiero mimarte como la reina que eres para mi, todos los días, quiero darte lo mejor de mi, quiero vivir contigo y no perderme ni una cosa de ti. Quiero que me salves de mi mismo.
Te quiero a ti.




martes, 25 de septiembre de 2012

Noche Escarlata

Caía la noche en un lugar cuyo nombre no importa. El cielo estaba encapotado y el viento mecía las copas de los árboles. Las nubes estaban teñidas de un rojo carmesí, produciendo un lúgubre contraste con los negros edificios con sus antenas, apuntando al cielo como estacas desafiantes.

En un tejado, se alzaba una figura solitaria, contemplando la estampa. En momentos como ese era cuando su alma se liberaba de todas y cada una de sus ataduras para volar libre entre los parajes del recuerdo y las fuentes del dolor. La alegría que solía llevar como atuendo se encontraba tendida en el suelo, abandonada por una vez para que el pudiera llorar por sus desdichas y que así las heridas pudieran sanar mas rápido.

Con un suspiro y los ojos empañados de lágrimas desenfundó el arma mas poderosa que poseía para adentrarse en los tortuosos senderos de su quebrada alma. El violín, que tantas veces había ahuyentado a los fantasmas del pasado, volvía a reposar sobre su hombro. Tensó el arco con sumo cuidado, con amor acarició las crines, con precisión lo alzó, dispuesto a dejar que el instrumento se hiciera uno con su alma, a que las notas fueran lágrimas de sangre que purificaran su corazón. Guardó en su memoria la imagen de su amada y esbozó una sonrisa: ella era el único lazo que mantenía segura su cordura, la única manera de volver a casa.

Comenzó a tocar, débilmente, como si el violín fuera tímido y tuviera miedo de su propia voz. Las notas eran largas y pausadas, entonando una triste melodía que se fundía con el viento... La puerta estaba abierta...
Poco a poco la canción fue aumentando en volumen, como si todo lo que pugnaba por salir hubiese estado esperando largo tiempo aquella oportunidad para hacerlo.

El se fundió con el violín, se entrego a el, mientras la melodía aumentaba en ritmo e intensidad, como si gimiera, como si gritara por todo el dolor, como si liberara toda la rabia que había contenida dentro de su ser... El crescendo era ensordecedor... Las lágrimas brotaron de sus ojos, pero el siguió tocando, como si nada mas importara, como si nada existiera mas que ese momento... Y justo antes de que su alma se quebrara, justo en ese momento en el que había perdido toda esperanza, trajo la imagen de ella a su mente, la música cesó, pero el sabía que no estaba solo y que ni todo el dolor del mundo podría empañar su amor por ella.

sábado, 1 de septiembre de 2012

El sauce y el alcaudón

En lo mas profundo de un bosque se erguía, orgulloso, un gran sauce. Destacaba por ser uno de los pocos ejemplares de su especie en el lugar.  Era alto, robusto, muy frondoso y excepcionalmente hermoso y se alzaba solitario, como si los demás arboles tuvieran miedo de su cercanía.

Este hermoso sauce captó la atención de un solitario alcaudón, que, cansado de anidar en arbustos espinosos, había decidido cambiar sus hábitos y construir su hogar entre las ramas de un árbol.
Nada más posar sus ojos en el sauce, el alcaudón quedó prendado de sus virtudes y al comprobar que sería su único inquilino, decidió convertir el árbol en su nuevo hogar.

Construyó su nido amorosamente, entre las ramas del sauce. Tuvo especial cuidado de elegir el lugar idóneo, en lo mas profundo del mismo. Después de una tarde de duro trabajo, concluyó su tarea y al contemplar el resultado quedó mas que satisfecho.

Conforme iba pasando el tiempo, el árbol le sirvió de abrigo ante las tormentas y el frío, a la vez que le proporcionaba una hermosa perspectiva de todo el bosque. El alcaudón se sentía cautivado la visión del sauce, tanto desde dentro como desde fuera. Era tan feliz entre sus ramas...

Pero una noche, el alcaudón, posó su mirada en el suelo circundante a su amada morada. Y se sorprendió de lo que contemplaron sus ojos: Aquí y allá yacían, como si de un vasto y lúgubre cementerio se tratara, pequeños retoños del propio sauce, que habían sido privados del sustento por el propio árbol. 
El alcaudón sintió como si se le partiera el alma al contemplar el dantesco espectáculo y lloró amargamente.
No era capaz de comprender como su amado sauce había sido capaz de arrebatarle a su progenie la vida, sin apenas inmutarse, como la muerte anidaba en el seno de su hermoso árbol. 
Pasaron los días y no era capaz de deshacerse del abatimiento que se había apoderado de su alma ¿Como, ese hermoso sauce, ahogaba a sus propios hijos deliberadamente?¿Como algo tan hermoso era capaz de cometer semejante crueldad?

Un día, el alcaudón decidió abandonar aquel árbol tan mezquino. No podía soportar un día mas entre las ramas de aquel asesino despiadado. Así que alzó el vuelo. No se esperaba lo que encontró. Buscando entre la foresta un nuevo hogar, encontró un claro, no muy lejos del sauce, en el cual había un sauce joven. 

Comprendió entonces que su sauce no podía hacer nada para evitar la muerte de aquellas semillas que caían a sus pies, pero que si las semillas eran transportadas por el viento hasta un lugar alejado, podrían germinar y prosperar, dando como resultado un árbol tan hermoso como el original.

Al haber visto esto, el alcaudón volvió a su sauce y se dió cuenta de que todo ese tiempo había estado sufriendo por no ser capaz de entender la naturaleza del sauce y se prometió que no volvería a juzgar nada sin antes haberlo comprendido del todo.